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jueves, 20 de junio de 2024

Canadá XIII - Lago Maligne y Cañón Maligne

Las fotos son analógicas, de 2001 y están escaneadas. Corresponden a un viaje que hice a Canadá con un amigo, a las Montañas Rocosas. Llevábamos ya algunos parques nacionales a nuestras espaldas cuando llegamos al de Jasper, que es donde se encuentra este lago, aunque ello no impedía que siguiéramos disfrutando de un paisaje espectacular, bajo cielos tormentosos, como si fuera el primer día.


El Lago Maligne, con sus aguas de color azul oscuro, tiene unos 22 km de largo y alcanza los 97 metros de profundidad. Toma su nombre del tormentoso río que lo alimenta por el sur, y es el mayor lago de todo el parque.




El primer europeo en verlo fue Henry McLeod, en 1875. El lago ocupa en la actualidad una zona excavada por los glaciares, y está rodeado de impresionantes montañas.




La vida salvaje abunda: osos, ciervos mulos, muflones, además de otros que no llegamos a ver como lobos, caribús o alces.







Las fotos no hacen justicia al que es el cañón más profundo de las Rocosas. Es imposible registrar con una cámara el ruido y la fuerza del agua, las sensaciones que vivimos mientras cruzábamos las pasarelas y nos asomábamos a un abismo de 50 metros de profundidad.







Tras dejar el lago Medicine, el río Maligne fluye unos 15 km hasta alcanzar el lago del mismo nombre, pero antes, la roca calcárea facilita la aparición de cascadas, donde el agua se precipita con estrépito mientras negocia las curvas del terreno.





Seis puentes nos permiten apreciarlo de cerca, con caminatas aptas para todos, desde los más inexpertos hasta los más exigentes. Hace la friolera de veintitrés años que estuve por allí, pero no creo que la accesibilidad a todas estas maravillas, que muchas veces encontramos al borde mismo de la carretera, haya cambiado, Definitivamente, es hora de volver.

martes, 4 de julio de 2023

Canadá XII - Lago Moraine

Vuelvo a llevaros a Canadá, a ese viaje que hicimos por las montañas Rocosas hace ya una pila de años, en junio de 2001. Vimos infinidad de lagos y el paisaje, incluso el que apreciábamos desde la carretera, sin necesidad de adentrarnos mucho por estas montañas, era espectacular, pero guardo un recuerdo especial de este lago en particular.




Se encuentra en el parque nacional de Banff, a unos pocos kilómetros de otro lago emblemático con el que inauguré este blog, el lago Louise.






Su nombre quiere decir morrena en inglés, tiene una superficie de medio kilómetro cuadrado y se alimenta con los glaciares que bajan desde las montañas que lo rodean.









El color del agua es consecuencia de los minerales y de la refracción de la luz. Nos tocó un día nublado, pero el entorno es tan bonito que igual mereció la pena.





Fue allí donde me subí a una canoa por primera vez, bien abrigado, como podéis ver. Estuvimos remando aproximadamente una hora, y, si bien no íbamos del todo recto, lo pasamos en grande.





Estábamos solos, el nivel del lago se encontraba en máximos y el paisaje que nos rodeaba no podía ser más bello. Creo que no se puede pedir mucho más.




Es curioso, porque el amigo con el que hice el viaje terminó viviendo en Canadá, aunque años más tarde volvimos a coincidir los dos en Suiza. Las vueltas que da la vida, ¿no os parece?

jueves, 30 de julio de 2020

Canadá IX – Osos

Viajamos en el tiempo, a junio de 2001, y en el espacio, porque os llevo a Canadá. Íbamos huyendo de una lluvia persistente y de las nubes que estropeaban el paisaje de las Rocosas, y de esta forma llegamos a un parque que no teníamos previsto conocer, el de Wells Gray. Nos turnábamos para conducir y ese día iba yo al volante por una pista de tierra bastante ancha cuando tras una curva descubrí los que serían mis primeros osos en libertad, una madre con dos crías todavía muy pequeñas.


Han pasado muchos años, pero lo recuerdo como si fuera ayer. La madre comía las bayas que encontraba en la cuneta, sin prestarnos la más mínima atención, de modo que nos detuvimos y, sin bajarnos del coche, mi amigo le sacó esta foto. No tengo los metadatos, porque todavía tiraba con carrete, pero seguro que tuvo que usar el 28mm de lo cerca que estábamos.


Avanzamos unos metros, y con la seguridad de la distancia sí nos bajamos para sacar esta otra foto de los animales cruzando la pista.


Fue una experiencia inolvidable, algo que ni siquiera habíamos soñado ver.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Canadá X - Banf National Park

Miro las fotos como quien desentierra el fémur de un dinosaurio, consciente del tiempo transcurrido desde aquel primer viaje a Canadá, en junio de 2001. Sé que viví esos momentos mágicos, atravesando paisajes increíbles; tengo las pruebas en mis manos, pero me parecen tan lejanos…



Las fotos eran analógicas, hechas con una Nikon F80 que me 
dio muchas alegrías, y las he escaneado para poder subirlas a la Red.  Todavía recuerdo la sorpresa de encontrar lugares como Cascade Pond o el placer de adentrarse en bosques inmensos como los del lago Minnewanka, donde las montañas se reflejan y los picos aún conservan la nieve.






Llevábamos ya algún tiempo en Canadá, pero todavía éramos unos primerizos en eso de las Montañas Rocosas, y nuestra capacidad de asombro estaba lejos de saturarse. Todo nos parecía sumamente maravilloso, muy diferente a la Europa en la que vivíamos, y era frecuente tener que aminorar la velocidad porque la calzada está invadida por muflones poco dispuestos a ceder el paso. En esta parte de Canadá, la fauna tiene preferencia.


Conducíamos por la autopista trans-canadiense, pero cada dos por tres había que desviarse para llegar, por ejemplo, al lago Johnson, que es pequeño, pero tiene mucho encanto. Podríamos haber pasado allí días enteros, recorriendo senderos sin fin.





Pero en lugar de eso, nos acercamos al centro del parque y tomamos esta góndola para subir a Sulphur Mountain, desde donde disfrutamos de hermosas vistas, con el lago Minnewanka al fondo.





Descendimos hacia las aguas termales para visitar la cueva donde se gestó el primer parque nacional canadiense. El color del agua llama la atención y podemos visitar un pequeño museo. Según la Wikipedia, las aguas termales se calientan a una profundidad de tres kilómetros y se tiene constancia de que el lugar estuvo habitado al menos en el 10.700 a.C.

La primera referencia moderna a las fuentes termales es de James Hector, en 1859, mientras que la cueva fue descubierta por Joe Healey en 1875. No obstante, fueron unos trabajadores de la Canadian Pacific Railway los que comenzaron a explotar económicamente el lugar, atrayendo la atención del Gobierno, que decidió proteger un área de 26 km alrededor de la cueva, en lo que sería la génesis del cuarto parque nacional a nivel mundial (muchos lo consideran el tercero). En 1981 fue declarado formalmente lugar histórico nacional.


Todavía recuerdo lo mal que olían las aguas sulfurosas, pero por lo visto son excelentes para la salud.


Termino la entrada con una referencia al Hotal Banff Springs, en el que no entramos, pero que pudimos apreciar desde la otra orilla del río, junto a las Bow Falls. Es un establecimiento de lujo que se construyó a finales del siglo XIX (gracias otra vez, Wikipedia) aunque sufrió varias remodelaciones hasta llegar a su estampa actual.



Canadá es uno de mis países favoritos, y la experiencia de este primer gran viaje tiene mucho que ver en esa apreciación. Ojalá que pueda volver en más ocasiones.