Miro
las fotos como quien desentierra el fémur de un dinosaurio, consciente del
tiempo transcurrido desde aquel primer viaje a Canadá, en junio de 2001. Sé que
viví esos momentos mágicos, atravesando paisajes increíbles; tengo las pruebas
en mis manos, pero me parecen tan lejanos…
Las
fotos eran analógicas, hechas con una Nikon F80 que me
dio muchas alegrías, y
las he escaneado para poder subirlas a la Red.
Todavía recuerdo la sorpresa de encontrar lugares como Cascade Pond o el
placer de adentrarse en bosques inmensos como los del lago Minnewanka, donde
las montañas se reflejan y los picos aún conservan la nieve.
Llevábamos
ya algún tiempo en Canadá, pero todavía éramos unos primerizos en eso de las
Montañas Rocosas, y nuestra capacidad de asombro estaba lejos de saturarse.
Todo nos parecía sumamente maravilloso, muy diferente a la Europa en la que
vivíamos, y era frecuente tener que aminorar la velocidad porque la calzada está
invadida por muflones poco dispuestos a ceder el paso. En esta parte de Canadá,
la fauna tiene preferencia.
Conducíamos
por la autopista trans-canadiense, pero cada dos por tres había que desviarse
para llegar, por ejemplo, al lago Johnson, que es pequeño, pero tiene mucho
encanto. Podríamos haber pasado allí días enteros, recorriendo senderos sin
fin.
Pero
en lugar de eso, nos acercamos al centro del parque y tomamos esta góndola para
subir a Sulphur Mountain, desde donde disfrutamos de hermosas vistas, con el
lago Minnewanka al fondo.
Descendimos
hacia las aguas termales para visitar la cueva donde se gestó el primer parque
nacional canadiense. El color del agua llama la atención y podemos visitar un
pequeño museo. Según la Wikipedia, las aguas termales se calientan a una
profundidad de tres kilómetros y se tiene constancia de que el lugar estuvo
habitado al menos en el 10.700 a.C.
La
primera referencia moderna a las fuentes termales es de James Hector, en 1859,
mientras que la cueva fue descubierta por Joe Healey en 1875. No obstante, fueron
unos trabajadores de la Canadian Pacific Railway los que comenzaron a explotar
económicamente el lugar, atrayendo la atención del Gobierno, que decidió
proteger un área de 26 km alrededor de la cueva, en lo que sería la génesis del
cuarto parque nacional a nivel mundial (muchos lo consideran el tercero). En
1981 fue declarado formalmente lugar histórico nacional.
Todavía
recuerdo lo mal que olían las aguas sulfurosas, pero por lo visto son
excelentes para la salud.
Termino
la entrada con una referencia al Hotal Banff Springs, en el que no entramos,
pero que pudimos apreciar desde la otra orilla del río, junto a las Bow Falls.
Es un establecimiento de lujo que se construyó a finales del siglo XIX (gracias
otra vez, Wikipedia) aunque sufrió varias remodelaciones hasta llegar a su
estampa actual.
Canadá
es uno de mis países favoritos, y la experiencia de este primer gran viaje
tiene mucho que ver en esa apreciación. Ojalá que pueda volver en más
ocasiones.