miércoles, 19 de julio de 2023

Camboya XIII – Preah Vihear II

Esta entrada es la continuación de esta otra. Lo habíamos dejado al borde del precipicio, momento en el que nuestro guía local se despidió en busca de nuevos turistas. Teníamos dos opciones, ir directos al aparcamiento con nuestro guía del viaje o volver por el camino más largo, recorriendo el templo en el sentido inverso. A ver si adivináis qué hicimos…






En esta foto no se aprecia bien la altura y la verticalidad del abismo, pero os aseguro que desde arriba impresiona a cualquiera. Por desgracia, algunos refugiados camboyanos tuvieron ocasión de vivir esa bajada de primera mano en un desafortunado incidente que sucedió en 1979, cuando el general tailandés Kriangsak Chomanan, que había dado un golpe militar, informó a las autoridades occidentales que permitiría el asentamiento de apenas 1.200 camboyanos. El resto, cuya cifra se estima que superaba los 40.000 fueron subidos a camiones, llevados a este templo y empujados al precipicio de 525 metros de alto. Algunos se escondieron en las grietas y sobrevivieron, otros muchos fueron tiroteados. Con los niños atados al pecho, bajaron como pudieron para encontrar un campo minado al llegar abajo. La página de la Wikipedia, en inglés, lo cuenta bastante bien.




Y es que es un milagro que este templo se mantenga en pie. Las fronteras establecidas durante la ocupación francesa no eran claras, lo que provocó enfrentamientos con la vecina Tailandia. Pero es que la guerra civil también causó estragos, con las tropas de Lon Nol primero, y los Jemeres Rojos después, buscando refugio en esta roca. Si a eso le añadimos que el lugar es remoto y que ha pasado casi un milenio desde su construcción, lo que sorprende es que quede en pie alguna piedra.







Pero no quiero extenderme en contar una historia que, si bien es fascinante, podéis encontrar en otros sitios. El sol estaba en lo más alto, las hordas de turistas habían cumplido sus objetivos fotográficos y teníamos el templo (casi) para nosotros solos. Además, ahora tocaba ir cuesta abajo. No se puede pedir más.










Aprovechamos para meter las narices en todos los edificios, las bibliotecas entre ellos, para revisar cada relieve y para deleitarnos con esta maravilla construida en piedra arenisca local, amarilla y gris. En los arcos se usaron ladrillos y también se recurrió a la madera para sostener los techos con sus tejas de terracota. No quedan dos piedras derechas y esto es más evidente al intentar encuadrar las fotos.







Como ya os dije en la entrada anterior, el templo está dedicado a Shiva, se encuentra en la cadena montañosa Dangrek y el estilo arquitectónico es variado ya que sufrió varias reformas desde el inicio de la construcción en el siglo IX hasta que fue terminado en época de Suyavarman I y II, en los siglos XI y XII. A veces, los edificios están tan juntos que es imposible distinguir los relieves, pero las grietas son el hábitat perfecto para la fauna local.






Ver el templo en el sentido opuesto te da otra perspectiva de estos 800 metros, y disponer de tiempo extra te permite demorarte y buscar otros ángulos que de otra forma serían pasados por alto.








De esta forma, transitando por calzadas desiertas, llegamos muy cerca de donde comenzamos.






Pero si la historia, el paisaje y los monumentos nos importan, no puedo obviar algo más relevante. Camboya es muy pobre, y ha sufrido lo indecible. De hecho, arrastra una inmerecida fama de lugar peligroso mientras se abre tímidamente al turismo. Sí, mucha gente visita Angkor Wat y el templo de “Tom Raider”, pero el resto del país es impresionante y cae, sin embargo, en el olvido. Camboya destila la inocencia de los lugares no estropeados (todavía) por el turismo de masas. Esta foto la saqué esa misma mañana, al llegar, y tengo muchas parecidas que me llegan al corazón. Las caras de felicidad son verdaderas, motivadas por algo tan simple como salir en una imagen que ni siquiera van a tener. Son felices con tan poco que asusta. No intentéis hacer esta foto en otros destinos porque el gesto será impostado, os van a pedir dinero a cambio, y en vez de sinceridad hay negocio. Ahora que lo pienso, anduve por buena parte del país, recibí más cariño que en ninguna otra parte del mundo y nunca nadie me pidió un dólar.




Otra cosa es que lo diera yo voluntariamente a quien considerase oportuno.

martes, 4 de julio de 2023

Canadá XII - Lago Moraine

Vuelvo a llevaros a Canadá, a ese viaje que hicimos por las montañas Rocosas hace ya una pila de años, en junio de 2001. Vimos infinidad de lagos y el paisaje, incluso el que apreciábamos desde la carretera, sin necesidad de adentrarnos mucho por estas montañas, era espectacular, pero guardo un recuerdo especial de este lago en particular.




Se encuentra en el parque nacional de Banff, a unos pocos kilómetros de otro lago emblemático con el que inauguré este blog, el lago Louise.






Su nombre quiere decir morrena en inglés, tiene una superficie de medio kilómetro cuadrado y se alimenta con los glaciares que bajan desde las montañas que lo rodean.









El color del agua es consecuencia de los minerales y de la refracción de la luz. Nos tocó un día nublado, pero el entorno es tan bonito que igual mereció la pena.





Fue allí donde me subí a una canoa por primera vez, bien abrigado, como podéis ver. Estuvimos remando aproximadamente una hora, y, si bien no íbamos del todo recto, lo pasamos en grande.





Estábamos solos, el nivel del lago se encontraba en máximos y el paisaje que nos rodeaba no podía ser más bello. Creo que no se puede pedir mucho más.




Es curioso, porque el amigo con el que hice el viaje terminó viviendo en Canadá, aunque años más tarde volvimos a coincidir los dos en Suiza. Las vueltas que da la vida, ¿no os parece?