viernes, 24 de noviembre de 2023

Estados Unidos - California XXII –Punta Lobos

El mundo está lleno de carreteras bonitas por las que merece la pena conducir, y la estatal número 1 de California, que discurre paralela a la costa del Pacífico es una de ellas. Acabábamos de dejar atrás Bixby Bridge y nos dirigíamos a Carmel-by-the-Sea, un pueblecito muy cercano a Monterrey.









El nombre de esta reserva natural californiana tiene su origen en Punta de los Lobos Marinos y nos da con ello una idea de lo que podemos encontrar allí, aunque en realidad hay mucho más para aquellos que viajan sin prisas. Desgraciadamente, con los días de vacaciones contados, no era nuestro caso.









Los lobos marinos son la estrella, la razón por la que los turistas orillamos el coche y hacemos una breve parada en nuestro recorrido por la muy recomendable autopista de la costa.









Lástima que desde la playa no podamos comprobar la riqueza de estas aguas. Para ello hay que embutirse el traje de neopreno, pero sí podemos disfrutar desde los senderos que bordean la agrete costa. De diciembre a mayo se pueden ver ballenas.






La reserva se localiza a pocos kilómetros al sur de Carmel-by-the-Sea y está plagada de senderos que nos acercan a los famosos cipreses autóctonos y a multitud de preciosas calas. No en vano, estamos en uno de los lugares con mayor biodiversidad marina de California. La afluencia de turistas es masiva, superando el millón anual de visitantes, lo que obliga a restringir las plazas de aparcamiento.






El lugar consta de una reserva marina y de un área de conservación. Los nativos Ohlone, llamados “costeños” por los españoles, vivían de la caza y la pesca, distribuyéndose en unos 50 grupos, algo que cambiaría radicalmente tras la construcción de las misiones.






La costa combina playas de arena con suelos rocosos, cuevas y acantilados, dando refugio a varias especies de mamíferos, multitud de aves y varios tipos de plantas entre los que encontramos pinos, robles y cipreses, pero también pastizales y arbustos más hacia el interior. La tranquilidad del lugar permite que algunos animales se acerquen al sendero sin mostrar ningún miedo. Mientras tanto, pequeños islotes cercanos a la costa acogen miles de pelícanos, gaviotas y cormoranes.






No podíamos meternos en el agua, pero nunca me perdonaré haberme saltado el acuario de Monterrey.

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Islandia XII – Seljalandfoss

Islandia es el escenario perfecto donde buscar fotos de esas que quedan bien en Instagram, aunque mi objetivo no sea precisamente ese. En cualquier caso, Internet está plagado de imágenes de esta fotogénica cascada, y yo añado algunas de las mías a la fiesta.





Se encuentra dentro del Círculo Dorado, un circuito muy turístico de unos 300 km por el sureste de Islandia, así que no esperéis disfrutar de esta cascada en soledad. No obstante, a pesar de los muchos turistas, el sitio es muy recomendable, imperdible, diría yo, y nosotros lo pasamos muy bien.




El acceso a la base de la cascada es muy fácil ya que se encuentra a pocos metros del aparcamiento. No olvidéis coger un chubasquero y una bolsa de plástico para la cámara, porque os vais a mojar, sí o sí.



Según la Wikipedia, el río Seljalandsa, cuyo nombre significa “río líquido” cae aquí desde una altura de unos 60 metros, por un farallón donde antes rompía el mar. En la versión inglesa, casi siempre más completa, se nos informa además de que el río nace en el glaciar Eyjafjallajökull. El volcán del mismo nombre se hizo famoso en 2010 cuando afectó a los vuelos en Europa.



La principal curiosidad de esta cascada es que la podemos ver desde dentro, entrando por un lateral y saliendo por el otro. Os recomiendo un calzado que soporte el agua y que sea apto para terrenos resbaladizos. Poco a poco, de forma respetuosa, porque todos queremos hacer las mismas fotos, vamos avanzando. El contraste de luz es alto, sobre todo en un día soleado como el que nos tocó a nosotros, así que vigilad el ISO.







Por lo visto, es posible subir hasta la meseta de arriba, pero nosotros preferimos dar un corto paseo a lo largo de la antigua escollera, apreciando otros saltos de agua más pequeños y disfrutando del verano, porque el paisaje espectacular a mediados de julio. El viento arrastraba el agua en el momento de precipitarse al vacío.






Por desgracia, la falta de tiempo, una constante en nuestros viajes, nos obligó a marcharnos sin poder explorar más la zona. Veo fotos en la Red y me doy cuenta de lo cerca que estuvimos de otra cascada, más pequeña y escondida, la Gljufrabui, de unos cuarenta metros de alto.








Recomiendan ver esta cascada por la tarde, cuando la luz del atardecer la ilumina, pero no nos cuadraba ese horario, pues teníamos multitud de cosas por ver.





Desde 2017 pende la amenaza de un centro de visitantes cuya construcción está de momento parada.  Confío en que no altere demasiado el paisaje.