El mundo está lleno de carreteras bonitas por las que merece la pena conducir, y la estatal número 1 de California, que discurre paralela a la costa del Pacífico es una de ellas. Acabábamos de dejar atrás Bixby Bridge y nos dirigíamos a Carmel-by-the-Sea, un pueblecito muy cercano a Monterrey.
El nombre de esta reserva natural californiana tiene su origen en Punta de los Lobos Marinos y nos da con ello una idea de lo que podemos encontrar allí, aunque en realidad hay mucho más para aquellos que viajan sin prisas. Desgraciadamente, con los días de vacaciones contados, no era nuestro caso.
Los lobos marinos son la estrella, la razón por la que los turistas orillamos el coche y hacemos una breve parada en nuestro recorrido por la muy recomendable autopista de la costa.
Lástima que desde la playa no podamos comprobar la riqueza de estas aguas. Para ello hay que embutirse el traje de neopreno, pero sí podemos disfrutar desde los senderos que bordean la agrete costa. De diciembre a mayo se pueden ver ballenas.
La reserva se localiza a pocos kilómetros al sur de Carmel-by-the-Sea y está plagada de senderos que nos acercan a los famosos cipreses autóctonos y a multitud de preciosas calas. No en vano, estamos en uno de los lugares con mayor biodiversidad marina de California. La afluencia de turistas es masiva, superando el millón anual de visitantes, lo que obliga a restringir las plazas de aparcamiento.
El lugar consta de una reserva marina y de un área de conservación. Los nativos Ohlone, llamados “costeños” por los españoles, vivían de la caza y la pesca, distribuyéndose en unos 50 grupos, algo que cambiaría radicalmente tras la construcción de las misiones.
La costa combina playas de arena con suelos rocosos, cuevas y acantilados, dando refugio a varias especies de mamíferos, multitud de aves y varios tipos de plantas entre los que encontramos pinos, robles y cipreses, pero también pastizales y arbustos más hacia el interior. La tranquilidad del lugar permite que algunos animales se acerquen al sendero sin mostrar ningún miedo. Mientras tanto, pequeños islotes cercanos a la costa acogen miles de pelícanos, gaviotas y cormoranes.
No podíamos meternos en el agua, pero nunca me perdonaré haberme saltado el acuario de Monterrey.