lunes, 31 de mayo de 2021

Kenia VIII - Una leona en la frontera

En Kenia, en ese triángulo de oro llamado el Masai Mara, lo habitual es que hiciésemos un par de safaris al día, regresando al lodge cuando el calor apretaba, en las horas centrales de la jornada. No obstante, en un par de ocasiones, hicimos salidas más largas que nos permitían alejarnos más y descubrir nuevos paisajes.





Tuve mucha suerte, y en la primera de ellas solo me acompañaba un alemán tan enamorado o más que yo por la fotografía, así que no había problema en detenernos cada dos por tres. Sentados cada uno en un lateral del 4x4, dominábamos ambos flancos y pocos animales escapaban a nuestro escrutinio.





En una de esas paradas pudimos bajar y acercarnos al río para ver algunos hipopótamos que descansaban en el agua. Su piel es muy sensible y deben protegerla de los rayos del sol. Es por ello que suelen alimentarse de noche.






Un poco más allá, un martín pescador escaneaba las aguas del río, posado sobre una rama.



Nosotros seguimos camino en dirección a la frontera con Tanzania, una línea que solo existe en los mapas y que los animales ignoran por completo. Tampoco hay ningún accidente orográfico que separe un país de otro; únicamente una placa nos informa de que el Serengueti está al otro lado.



El calor apretaba, y con la migración en marcha, la mayoría de los animales estaban ya en Kenia, al otro lado del río Mara. Las cámaras, con sus teleobjetivos descansaban sobre nuestros muslos mientras el 4x4 sorteaba los baches. Entonces, cuando menos lo esperábamos, vimos una leona sentada al borde mismo de la pista.



Estaba de mi lado, apenas a cinco metros, cuando nuestro chófer detuvo el vehículo a su altura. En ese momento, comenzó a andar en mi dirección y conseguí sacarle un par de fotos mientras sentía que me hacía más y más pequeño. Estaba tan cerca que no me cabía en el encuadre, y por otro lado no quería moverme demasiado para no llamar su atención.




Si estaba molesta porque nos habíamos puesto en su camino, no lo demostró. Rodeó el 4x4 por atrás y se detuvo mientras oteaba el horizonte. Su piel mostraba alguna que otra herida, y parecía no haber comido en algún tiempo. El caso es que iba en dirección contraria a la gran migración.






Estuvo un rato junto a nosotros y caminando con lentitud se fue alejando hasta desaparecer.





No es la primera vez que tengo leones cerca, pero hasta entonces estaban más o menos adormilados, mientras que en esta ocasión el animal caminaba directamente hacia mí. Fue una experiencia única.

martes, 18 de mayo de 2021

Australia XII - Emús en Tower Hill

Australia es un país continente muy singular, con una flora y una fauna endémicas que sorprenden al visitante europeo por muchos documentales que éste haya visto. Nos acercábamos al final de las vacaciones y todavía nos quedaban muchas cosas por ver en nuestro recorrido por la costa sur de la isla.



Nos habían dicho que Tower Hill era un buen lugar para avistar animales, pero estos, con el calor que hacía estaban descansando a buen recaudo y no se dignaban a aparecer. Buscábamos marsupiales, pero también un ave que nunca habíamos visto en estado salvaje, el emú (Dromaiusnovaehollandiae).



Tower Hill es una reserva natural sita en un antiguo volcán hoy extinto que se formó hace unos treinta mil años. Declarado como primer parque nacional de Victoria en 1892, ofrece a los visitantes la oportunidad de conocer de cerca una parte del ecosistema australiano.



Nos rodean unos trescientos mil árboles, hogar de multitud de animales, aunque nos dio la impresión de que bien por el calor, bien por la presencia humana, estos estaban más escondidos que visibles. Supongo que hay que armarse de paciencia y vigilar atentos y callados, algo imposible para unos turistas que además vamos con prisas.



Seguimos algunas sendas y nos asomamos a varios miradores sin encontrar ninguno de los preciados emús, soportando un sol que caía a plomo a pesar de que no era demasiado tarde. Nos acercamos a la laguna que rodea la isla central y admiramos el paisaje desde unas pasarelas de madera respetuosas con el medio ambiente. El antiguo volcán se eleva unos 80 metros, dentro de un cráter de 4km de ancho.



la Wikipedia, los primeros europeos en llegar a la zona fueron unos exploradores franceses, embarcados en el Géographe,en 1802. No obstante, el pueblo nativo Koroitgundidj lleva viviendo allí desde mucho antes.




Regresábamos al aparcamiento, convencidos de que nos marchábamos sin ver los ansiados emús cuando uno de ellos, seguido de otro, atravesaron la senda justo delante nuestro. Parecían fantasmas recién salidos de lo más profundo del bosque.



Con sus dos metros de alto y sus 45 kilos de peso, estas aves no voladoras son las segundas en tamaño después del avestruz.




Son nómadas, y pueden viajar grandes distancias para encontrar comida, la cual se compone de plantas e insectos. Alcanzan los 50 km por hora. Usando la Wikipedia de nuevo, descubrimos que la etimología del nombre común "Emú" es incierta, pero se piensa que proviene de una palabra árabe utilizada con la intención de indicar: "pájaro o ave grande" que se utilizó por los exploradores portugueses para describir el casuario en Nueva Guinea.



En algún sitio he leído que pueden ser peligrosos, pero nosotros estuvimos bien cerca, eso sí, sin acosarles en ningún momento, mientras ellos parecían estar solo interesados en picotear aquí y allá entre los coches aparcados.



Así que ya sabéis, si vais a Tower Hill, buscad bien cerca del aparcamiento.

jueves, 6 de mayo de 2021

Verona VI – Chiesa de san Fermo Maggiore

Situada a orillas del río Adige, muy cerca del puente Navi, la iglesia de san Fermo Maggiore es una preciosidad. Está consagrada a dos mártires, san Fermo y san Rustico, que fueron asesinados en el 304. Sus restos fueron depositados en una basílica que fue construida en su honor en el siglo V y que podemos ver parcialmente en la actualidad gracias a unos trabajos de excavación realizados en 2004.





Los benedictinos, que habían llegado aquí en 1065, para cuidar de la basílica y del monasterio adyacente, remodelaron la iglesia según el estilo de Cluny. Con el fin de no mover las reliquias, mantuvieron los cimientos, por lo que ahora encontramos dos iglesias, una encima de la otra.





Los monjes pintaron más de setenta frescos, incluyendo la flor de seis pétalos, un antiguo símbolo de Jesucristo resucitado, entre imágenes votivas que recubrían las columnas, pero no os los puedo mostrar porque no estaba permitido hacer fotografías.



En 1261, los franciscanos tomaron el relevo de la custodia de estas reliquias, remodelando la iglesia alta con ventanas góticas. La puerta de bronce es, sin embargo, mucho más moderna, y data de 1997. Fue creada por Luciano Minguzzi y nos cuenta en veinticuatro episodios (yo veo solo 22) la vida de los dos santos.




La iglesia tiene una sola nave que termina en cinco ábsides, con numerosas capillas en ambos laterales. La obra más notable es el mausoleo de la familia Brenzoni. Su configuración es algo inusual, ya que combina la tumba en el suelo con un monumento en la pared que semeja una escena teatral en la que el telón es sostenido por ángeles. Pisanello (1395-1455) fue el pintor, mientras que Nanni di Bartolo (activo entre 1419 y 1451) se encargó de las esculturas.




En el púlpito, en la nave derecha, encontramos otra excelente colaboración entre dos artistas: Antonio da Mestre y el pintor Martino da Verona. Ambos nos muestran a los Doctores y Padres de la Iglesia.








Este es un fresco pintado por Turone di Maxio, un artista lombardo del siglo XIV.



En realidad, toda la iglesia es un museo de pinturas y frescos en diferentes estados de conservación. Os dejo con algunos de ellos para que los podáis ver desde cerca.








Porque los detalles son tantos que uno podría pasarse horas admirándolos.








Algunos, al estar tan altos, son complicados de fotografiar. La luz, que ilumina de forma muy irregular, tampoco ayuda.









Fuentes: El libro Verona, Historical Churches y elaboración propia.