Disfrutábamos de un día de sol magnífico, lo que en
Islandia ya es tener suerte, cuando llegamos al lago glaciar de Jokulsarlon, en
el este del país.
Según la Wikipedia, “está situado en el extremo sur
del glaciar Vatnajökull, entre el Parque nacional Skaftafell y la ciudad de
Höfn. Apareció por primera vez en 1934-1935 y en 1975 pasó de 7,9 km² a los
actuales 18 km², debido a la acelerada fusión de los glaciares islandeses.
Tiene una profundidad máxima de aproximadamente 200 m, lo que lo convierte
probablemente en el segundo lago más profundo de Islandia.”
Habíamos contratado un par de circuitos, y el primero
de ellos era en un barco anfibio con capacidad para unas veinte personas.
Estuvieron yendo y viniendo todo el día, transportando a los turistas que como
nosotros estaban ávidos de acercarse a los numerosos témpanos que flotan en el
lago.
Nos pusimos el chaleco de seguridad y, aunque no nos dijeron cuál era la temperatura del agua, me fijé en que una zodiac seguía al
barco en todo momento. No sé cuántos minutos se puede sobrevivir en caso de
caer por la borda, pero seguro que no son muchos.
El paisaje es espectacular; siempre cambiante, no hay
dos días iguales. A un lado vemos el puente que cruza el lago cerca de su
desembocadura en el mar. Al otro está la lengua del glaciar Breiðamerkurjökull,
algo lejos, para evitar las olas que se crean con los desprendimientos, pero
sobre todo porque no es fácil navegar entre bloques de hielo tan grandes.
No fue nuestro caso, pero también se pueden hacer excursiones en kayak.
Volviendo a la Wikipedia, aprendemos que Jökulsárlón
ha sido escogido como escenario de Beowulf & Grendel, Tomb Raider, Muere
otro día, Batman Begins y Panorama para matar.
Nuestra segunda excursión la íbamos a hacer en zodiac,
y aquí sí que tuvimos que vestirnos con un traje térmico que nos daba la
apariencia de astronautas, pero después de cambiarnos de ropa nos anunciaron
que la salida quedaba cancelada por culpa del viento, que había traído
demasiados témpanos como para navegar entre ellos de forma segura.
Aprovechamos entonces para dirigirnos a la Diamond
Beach, la playa de los diamantes, llamada así por los numerosos trozos de hielo
que encallan en la desembocadura del lago. Como hacía calor, no había muchos
que destacaran sobre la negra lava.
Pero pudimos hacer más fotos bajo un cielo con unas
nubes que ni pedidas por encargo. Nunca olvidaré el sonido de los témpanos
entrechocando, arrastrados por la corriente y el viento. Se veía claramente que
había muchos más que por la mañana.
Una foca, muy comunes en esta zona, donde encuentran comida y refugio, se acercó a curiosear.
Nos hubiésemos quedado más tiempo, y apuesto a que la caída del sol tiene que ser espectacular, pero aún teníamos que recorrer
algunos kilómetros hasta Höfn.