Os traigo hoy más ruinas camboyanas, de esas que andan perdidas en mitad de la selva, en la parte norte del país, relativamente cerca
de Tailandia y a unos 120 km de Siem Reap. Estamos aún en nuestros primeros
días de viaje y todavía nos impresiona el tamaño de los árboles en relación con
unos templos que no son precisamente pequeños.
El abandono, el olvido y la vegetación han hecho estragos
en unos edificios que se reconstruyen y apuntalan como se puede con el fin de
recuperar parte de su antiguo esplendor. Son testigos de una cultura, la jemer,
y un pasaporte al turismo y al desarrollo económico.
La zona está muy poco poblada y, aunque no es complicado llegar a ella, la mayoría de los turistas la dejan de lado porque implica
dedicar unas jornadas extra a un viaje que suele centrarse en Angkor. Se trata
de una zona protegida de unos 81km2 que contiene más de 180 estructuras, aunque
solo se pueden visitar un par de docenas. Los santuarios están en medio de una
selva que no ha sido completamente desminada, siendo muy peligroso caminar por
zonas no acondicionadas.
Nos adentramos en las ruinas y pasamos junto al
inevitable baray que siempre las acompaña. Fue construido en tiempos de
Jayavarman IV – que se había rebelado contra su tío, el rey Harshavarman I –
aprovechando una depresión del terreno y un curso de agua cercano. Tiene 1.200
metros de largo por 560 de ancho.
Una galería, que en su momento estaba flanqueada por columnas, da fe del deterioro. Aquí y allá hay piedras y ladrillos amontonados,
un enorme puzle capaz de volver loco a cualquiera.
Estamos solos y apenas coincidimos con media docena de turistas, pero otros han pasado antes por aquí, robando las esculturas,
arrancando las caras de unas apsaras ahora desgastadas. Quedan los restos,
aquello que no consideraron lo suficientemente valioso como para cargarlo.
También hay una pequeña inscripción en sánscrito en uno de los muros.
Koh Ker es el nombre moderno de una importante ciudad jemer, Chok Gargyar, que en realidad era conocida como ciudad de los lingams o
bosque de árboles de hierro. Fue capital del imperio entre los años 928 y 944,
bajo los reinados de Jayavarman IV y Harshavarman II y se estima que pudo
acoger más de diez mil personas en su momento cumbre.
No obstante, su apogeo duró poco, ya que la capital
volvió a tierras más cercanas al lago Tonlé Sap. Ello no fue óbice para que se
siguieran construyendo algunos edificios más, en un estilo que combina la
laterita, la arenisca y el ladrillo con techos de madera, probablemente
cubiertos de tejas. Pero lo que más impresiona al visitante es su enorme
pirámide, de siete niveles.
Llamada Prang, e inspirada probablemente en Baksei Chamkrong, fue probablemente el templo montaña principal en tiempos de
Jayavarman IV. Su construcción comenzó en 928, mide 64 por 62 metros en la base
y 17 por 17 en lo alto, con 36 metros de altura. En el lado oriental hay una
escalera muy empinada que conduce a la cima, pero el acceso es peligroso y está
cerrado. En su lugar, han construido una escalera de madera que nos permite
salvar el desnivel. Desde arriba podemos hacernos una idea de cómo es la selva
circundante.
De nuevo a ras de suelo, observamos la muralla que
cierra el conjunto. Al encontrase tan apartado, cuando el budismo comenzó a
reemplazar el hinduismo, estos templos siguieron dedicados a Shiva. En cierto
modo se olvidaron de ellos.
Echamos un último vistazo a la pirámide antes de regresar
al aparcamiento por donde hemos entrado. Es inevitable detenerse a hacer fotos incluso
repetidas y al llegar a la zona donde están las tiendas de recuerdos nos
cruzamos con un par de camboyanos que transportan un cerdo asado. Por lo visto
están de celebración.
El artículo de Wikipedia, de
donde he sacado la mayor parte de la información es muy bueno, altamente recomendable
para quienes estén interesados en conocer más cosas. Otra fuente es el libro de
Marilia Albanese titulado Angkor, de Ediciones Folio.