jueves, 30 de abril de 2020

Nueva Zelanda XV – Whakarewarewa


Si el nombre os parece complicado, os diré que en realidad está acortado y que el original de esta localidad maorí es Te Whakarewarewatanga O Te Ope Taua A Wahiao. Visitarla es una buena forma de acercarse a esta cultura tan diferente de la nuestra.


Los alrededores de Rotorua están plagados de lagos termales en los que hay más barro que agua, y como podéis ver, amaneció con un cielo completamente cubierto de nubes.


Podemos ver varias construcciones típicas, casas comunales donde nos muestran sus danzas ancestrales, visitar tiendas de artesanía o aprender a cocinar usando el calor procedente del interior de la tierra. Fue aquí donde compré la máscara que hace las veces de avatar en Internet.






Merece la pena conversar con los aborígenes y hacer tours con ellos, que son los que mejor conocen esta tierra tan aislada. Sus leyendas y tradiciones son muy interesantes, y nos dan una idea de la riqueza de esta cultura tan desconocida.






Estamos en una zona geotermal que se encuentra muy cerca de Rotorua, en la isla norte de Nueva Zelanda, en la región de Taupo. Las fuentes termales y los géiseres son comunes y están por todas partes. La diferencia de temperatura hace que una nube permanente envuelva la población, dándole un aspecto irreal.






La tierra se abre y nos muestra su cálido y activo interior, en un espectáculo poco común para los que vivimos en Europa.





Yo iba con poco tiempo y sin haberme estudiado la zona, así que me dejé muchas cosas en el tintero. De todas formas, pude ver buena parte de ellos en mi camino hacia Wai-O-Tapu, otro lugar maravilloso que parece de otro mundo.

viernes, 17 de abril de 2020

Costa Rica XV – Selvatura II


Ya os traje aquí algunas fotos del mariposario de este centro de aventura y conservación. Entonces os dije que también había un museo sobre insectos, el paraíso de cualquier entomólogo, que vamos a visitar hoy.

Se lo debemos al biólogo estadounidense Richard Whitten y a su mujer, Margaret, quienes donaron a Costa Rica un trabajo de recopilación que les llevó más de 60 años.


Joyas del bosque lluvioso, que es como se llama la exposición, es una de las mayores colecciones privadas de insectos del mundo. No en vano, tenemos aquí más de un millón de ejemplares, provenientes de lugares tan inesperados como el Polo Norte, representando a los cinco continentes. En Internet se habla de 4.000, pero creo que confunden número de ejemplares con el de especies.




Pero lo que impresiona no es solo el número o la diversidad, sino lo bien expuestos que están. Yo opté por verlos por mi cuenta, porque quería hacer las fotos a mi aire, pero hay visitas guiadas.




Escarabajos, escorpiones, la mayor araña del mundo, langostas, mariposas, los hay de todos los tamaños, varios sorprendentemente grandes.






Con algunos ejemplares han hecho auténticas obras de arte, exponiéndolos con originalidad.









No me extraña que les costara donar esta increíble colección. Por lo visto, recibieron propuestas de muchas universidades estadounidenses, pero prefirieron dejarla en Costa Rica, donde habían vivido 16 años, pensando en que así podría verla más gente. Creo que no se equivocaron.

lunes, 6 de abril de 2020

Camboya VIII – Koh Ker

Os traigo hoy más ruinas camboyanas, de esas que andan perdidas en mitad de la selva, en la parte norte del país, relativamente cerca de Tailandia y a unos 120 km de Siem Reap. Estamos aún en nuestros primeros días de viaje y todavía nos impresiona el tamaño de los árboles en relación con unos templos que no son precisamente pequeños.




El abandono, el olvido y la vegetación han hecho estragos en unos edificios que se reconstruyen y apuntalan como se puede con el fin de recuperar parte de su antiguo esplendor. Son testigos de una cultura, la jemer, y un pasaporte al turismo y al desarrollo económico.




La zona está muy poco poblada y, aunque no es complicado llegar a ella, la mayoría de los turistas la dejan de lado porque implica dedicar unas jornadas extra a un viaje que suele centrarse en Angkor. Se trata de una zona protegida de unos 81km2 que contiene más de 180 estructuras, aunque solo se pueden visitar un par de docenas. Los santuarios están en medio de una selva que no ha sido completamente desminada, siendo muy peligroso caminar por zonas no acondicionadas.



Nos adentramos en las ruinas y pasamos junto al inevitable baray que siempre las acompaña. Fue construido en tiempos de Jayavarman IV – que se había rebelado contra su tío, el rey Harshavarman I – aprovechando una depresión del terreno y un curso de agua cercano. Tiene 1.200 metros de largo por 560 de ancho.


Una galería, que en su momento estaba flanqueada por columnas, da fe del deterioro. Aquí y allá hay piedras y ladrillos amontonados, un enorme puzle capaz de volver loco a cualquiera.





Estamos solos y apenas coincidimos con media docena de turistas, pero otros han pasado antes por aquí, robando las esculturas, arrancando las caras de unas apsaras ahora desgastadas. Quedan los restos, aquello que no consideraron lo suficientemente valioso como para cargarlo. También hay una pequeña inscripción en sánscrito en uno de los muros.




Koh Ker es el nombre moderno de una importante ciudad jemer, Chok Gargyar, que en realidad era conocida como ciudad de los lingams o bosque de árboles de hierro. Fue capital del imperio entre los años 928 y 944, bajo los reinados de Jayavarman IV y Harshavarman II y se estima que pudo acoger más de diez mil personas en su momento cumbre.

No obstante, su apogeo duró poco, ya que la capital volvió a tierras más cercanas al lago Tonlé Sap. Ello no fue óbice para que se siguieran construyendo algunos edificios más, en un estilo que combina la laterita, la arenisca y el ladrillo con techos de madera, probablemente cubiertos de tejas. Pero lo que más impresiona al visitante es su enorme pirámide, de siete niveles.




Llamada Prang, e inspirada probablemente en Baksei Chamkrong, fue probablemente el templo montaña principal en tiempos de Jayavarman IV. Su construcción comenzó en 928, mide 64 por 62 metros en la base y 17 por 17 en lo alto, con 36 metros de altura. En el lado oriental hay una escalera muy empinada que conduce a la cima, pero el acceso es peligroso y está cerrado. En su lugar, han construido una escalera de madera que nos permite salvar el desnivel. Desde arriba podemos hacernos una idea de cómo es la selva circundante.





De nuevo a ras de suelo, observamos la muralla que cierra el conjunto. Al encontrase tan apartado, cuando el budismo comenzó a reemplazar el hinduismo, estos templos siguieron dedicados a Shiva. En cierto modo se olvidaron de ellos.




Echamos un último vistazo a la pirámide antes de regresar al aparcamiento por donde hemos entrado. Es inevitable detenerse a hacer fotos incluso repetidas y al llegar a la zona donde están las tiendas de recuerdos nos cruzamos con un par de camboyanos que transportan un cerdo asado. Por lo visto están de celebración.






El artículo de Wikipedia, de donde he sacado la mayor parte de la información es muy bueno, altamente recomendable para quienes estén interesados en conocer más cosas. Otra fuente es el libro de Marilia Albanese titulado Angkor, de Ediciones Folio.