Entre febrero y diciembre de 2020 solo salí de Zug en cuatro ocasiones y una de ellas fue para ir a Asutria con un amigo en un coche alquilado, aprovechando que en Suiza nunca estuvimos confinados y que había muy pocos turistas recorriendo centroeuropa.
Había oído hablar tanto y tan bien de la ciudad austriaca que no llenó del todo mis expectativas, aunque tengo que reconocer que es bonita y que me alegré de haber ido. También es verdad que evitamos entrar en algunos monumentos, así que sería injusto no darle una segunda oportunidad ahora que no hay restricciones.
No en vano, la capital del Tirol, está localizada en el valle del Eno, en medio de altas montañas, y posee un casco histórico plagado de edificios emblemáticos.
Innsbruck se convirtió en ciudad a principios del siglo XIII, y suplantó a Merano (Italia) como capital del Tirol en 1420.
Nuestro hotel estaba muy cerca del famoso Tejado Dorado. Completado en 1500, la techumbre está decorada con 2.738 azulejos cobrizos dorados y conmemora la boda del emperador Maximiliano I con Blanca Maria Sforza. El emperador y su mujer utilizaron el balcón para observar festivales, torneos y otros acontecimientos en la plaza que el tejadillo preside.
Caminando por el centro nos dimos de bruces con el Arco del Triunfo, que fue construido en 1765 con motivo de la boda del archiduque Leopoldo con la princesa española María Luisa de Borbón. El lado sur del arco relata la boda de la joven pareja, mientras que su lado norte está dedicado a la memoria del emperador.
El Hofburg (Palacio imperial) es el edificio principal de un complejo residencial antiguamente usado por los Habsburgo. El edificio original fue construido a partir de varias edificaciones preexistentes por el archiduque Segismundo alrededor de 1460. La estructura incluía fortificaciones medievales a lo largo de la muralla oriental de la ciudad como la Puerta Rumer, más tarde convertida en Torre Heráldica en 1499 por Jörg Kölderer bajo el emperador Maximiliano I. El palacio fue expandido varias veces durante los siguientes 250 años y reformado conforme a los gustos de cada época. Hoy, el Hofburg contiene cinco áreas museísticas: las habitaciones de María Teresa del siglo XVIII, el apartamento de emperatriz Sisí del siglo XIX, un Museo de Mobiliario, una Galería Ancestral, y una Galería de Pintura.
Como buenos turistas nos tiramos de cabeza por la gastronomía austriaca.
La Catedral de Santiago es barroca, del siglo XVIII, y está dedicada al apóstol Santiago, hijo de Zebedeo. Sobre la base de los diseños del arquitecto Johann Jakob Herkomer, fue construida entre 1717 y 1724 en el sitio de una iglesia románica del siglo XII. El interior está encerrado por tres bóvedas en forma de cúpula que abarcan la nave y otra cúpula por encima de la capilla mayor. No tengo fotos, así que, conociéndome, debía estar cerrada, lo que es una pena, ya que alberga la pintura de María Hilf (María del Socorro) de Lucas Cranach el Viejo de c. 1530, que se muestra en el altar mayor. También contiene en la nave norte la tumba con dosel del archiduque Maximiliano III de Austria, Gran Maestro de la Orden Teutónica, que data de 1620. La catedral sufrió graves daños durante la Segunda Guerra Mundial, pero fue completamente restaurada en unos pocos años.
Para consolarnos del disgusto nos acercamos a Bergiselstadion, un conocido salto de ski con capacidad para 26.000 espectadores que también estaba cerrado. Tuvimos que hacer la foto como pudimos.
Sí tuvimos más suerte con el Palacio de Ambras, pero de él ya os hablé en mi otro blog. Nos conformamos entonces con dar otra vuelta por la ciudad una vez que se ha puesto el sol con otra cervecita, que aquí está siempre rica.
Me quedo con la sensación de que tengo que volver a Innsbruck a saldar varias cuentas pendientes.
Vaya ciudad emblemática. Algunos edificios me han recordado otros de Viena (que visité porque está a unas horas en tren desde Budapest). Magnífica toda la estructura del Tejado Dorado, esos balcones están excelsamente trabajados y son muy originales. En todas las fotografías se muestra el boato y la elegancia de las edificaciones. Es una ciudad digna de visitar para apreciar en situ todos sus tesoros (incluidas las variedades de birras, jeje).
ResponderEliminarUn bonito recorrido por esa ciudad austriaca y asocie la pista de los saltos de esquí con los que nos solían transmitir en televisión el día 1 de enero tras el concierto de año nuevo desde Viena. Esos saltos eran de la ciudad alemana de Garmisch.
ResponderEliminarSaludos.
Vaya paseo bonito Javier. La arquitecrura es una pareciosidad. No me extraña quieras volver, si un lugar nos deja buenos recuerdos. Gracias por tan buen reportaje y detalles.
ResponderEliminarBuen agosto.
Un abrazo.
Una mirada, Viena la tengo de las primeras en mi lista de pendientes, pero los vuelos no me coinciden nunca. Y a Innsbruck le tengo que dar otra oportunidad, porque nos quedamos sin ver el interior de los edificios. Me he centrado más en países como Alemania, Francia e Italia, así que ya va siendo hora de saldar cuentas en Austria.
ResponderEliminarTomás B, nosotros también, porque aunque dejé de verlos hace décadas, me traen recuerdos de mi adolescencia. Hay que tener valor para tirarse por ahí, ¿verdad?
Laura M., lo malo de ir a los sitios es que lejos de tacharlos de la lista, descubro que tengo que volver. Así no hay manera, ja,ja.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.