Esta entrada es la continuación de esta otra. Lo habíamos dejado al borde del precipicio, momento en el que nuestro guía local se despidió en busca de nuevos turistas. Teníamos dos opciones, ir directos al aparcamiento con nuestro guía del viaje o volver por el camino más largo, recorriendo el templo en el sentido inverso. A ver si adivináis qué hicimos…
En esta foto no se aprecia bien la altura y la verticalidad del abismo, pero os aseguro que desde arriba impresiona a cualquiera. Por desgracia, algunos refugiados camboyanos tuvieron ocasión de vivir esa bajada de primera mano en un desafortunado incidente que sucedió en 1979, cuando el general tailandés Kriangsak Chomanan, que había dado un golpe militar, informó a las autoridades occidentales que permitiría el asentamiento de apenas 1.200 camboyanos. El resto, cuya cifra se estima que superaba los 40.000 fueron subidos a camiones, llevados a este templo y empujados al precipicio de 525 metros de alto. Algunos se escondieron en las grietas y sobrevivieron, otros muchos fueron tiroteados. Con los niños atados al pecho, bajaron como pudieron para encontrar un campo minado al llegar abajo. La página de la Wikipedia, en inglés, lo cuenta bastante bien.
Y es que es un milagro que este templo se mantenga en pie. Las fronteras establecidas durante la ocupación francesa no eran claras, lo que provocó enfrentamientos con la vecina Tailandia. Pero es que la guerra civil también causó estragos, con las tropas de Lon Nol primero, y los Jemeres Rojos después, buscando refugio en esta roca. Si a eso le añadimos que el lugar es remoto y que ha pasado casi un milenio desde su construcción, lo que sorprende es que quede en pie alguna piedra.
Pero no quiero extenderme en contar una historia que, si bien es fascinante, podéis encontrar en otros sitios. El sol estaba en lo más alto, las hordas de turistas habían cumplido sus objetivos fotográficos y teníamos el templo (casi) para nosotros solos. Además, ahora tocaba ir cuesta abajo. No se puede pedir más.
Aprovechamos para meter las narices en todos los edificios, las bibliotecas entre ellos, para revisar cada relieve y para deleitarnos con esta maravilla construida en piedra arenisca local, amarilla y gris. En los arcos se usaron ladrillos y también se recurrió a la madera para sostener los techos con sus tejas de terracota. No quedan dos piedras derechas y esto es más evidente al intentar encuadrar las fotos.
Como ya os dije en la entrada anterior, el templo está dedicado a Shiva, se encuentra en la cadena montañosa Dangrek y el estilo arquitectónico es variado ya que sufrió varias reformas desde el inicio de la construcción en el siglo IX hasta que fue terminado en época de Suyavarman I y II, en los siglos XI y XII. A veces, los edificios están tan juntos que es imposible distinguir los relieves, pero las grietas son el hábitat perfecto para la fauna local.
Ver el templo en el sentido opuesto te da otra perspectiva de estos 800 metros, y disponer de tiempo extra te permite demorarte y buscar otros ángulos que de otra forma serían pasados por alto.
De esta forma, transitando por calzadas desiertas, llegamos muy cerca de donde comenzamos.
Pero si la historia, el paisaje y los monumentos nos importan, no puedo obviar algo más relevante. Camboya es muy pobre, y ha sufrido lo indecible. De hecho, arrastra una inmerecida fama de lugar peligroso mientras se abre tímidamente al turismo. Sí, mucha gente visita Angkor Wat y el templo de “Tom Raider”, pero el resto del país es impresionante y cae, sin embargo, en el olvido. Camboya destila la inocencia de los lugares no estropeados (todavía) por el turismo de masas. Esta foto la saqué esa misma mañana, al llegar, y tengo muchas parecidas que me llegan al corazón. Las caras de felicidad son verdaderas, motivadas por algo tan simple como salir en una imagen que ni siquiera van a tener. Son felices con tan poco que asusta. No intentéis hacer esta foto en otros destinos porque el gesto será impostado, os van a pedir dinero a cambio, y en vez de sinceridad hay negocio. Ahora que lo pienso, anduve por buena parte del país, recibí más cariño que en ninguna otra parte del mundo y nunca nadie me pidió un dólar.
Otra cosa es que lo diera yo voluntariamente a quien considerase oportuno.
Siempre que veo fotos de estos viajes tuyos, me acuerdo de una amiga que ya no está, a la que le gustaba mucho viajar, pero siempre lo hacía por Europa y decía: Es que a mí no me gusta ir a esos países "pobretones" donde lo único que ves es miseria. Sí pudiera ver esto se daría cuenta de que en un país "pobretón" hay mucho más que miseria.
ResponderEliminarMucho más que miseria, aquí hay vida, historia y unas fotografias maravillosas. Mi abrazotedecisivo
ResponderEliminarInteresante y aterrador. Los camiones con gente que va a ser sacrificada es tema en todo el mundo y me duele en el corazón. Los edificios se mantienen de forma increíble y las tallas y piedras diversas son asombrosas. Tus fotos revelan muy bien todo. Un recorrido muy interesante y amplio. Cariños.
ResponderEliminarViendo estas fotos y la historia que hay detrás de ellas, se puede ver claramente que el mayor depredador del Planeta es el ser humano, que ni con sus semejantes tiene compasión.
ResponderEliminarEstos lugares impresionan por todo lo que llevan aparejado: minuciosidad en su realización, cientos de años en sus muros y relieves, desastres, dramas, crueldad... Un espejo de la propia historia del país.
ResponderEliminarSenior Citizen, hay lugares que no son agradables de ver o que son poco seguros, y entiendo la prevención de algunas personas, pero casi siempre hay una forma de viajar que nos complazca. Es una pena que ella no pueda descubrir ya que además de miseria hay mucha belleza. Precisamente, una de las cosas que impulsan este blog es mostrar lo grande, bello y frágil que es nuestro mundo. Y no olvidemos que la mejor forma de ayudarles es ir a conocer su cultura, sus valores, su gastronomía, sus monumentos... Eso ayuda más que miles de pateras que solo traen pobreza, a nosotros y a ellos.
ResponderEliminarSara, es que tendemos a medirlo todo según los estándares del lugar en el que vivimos, y nos olvidamos que no somos el centro del mundo; ni mucho menos.
Rosa María, no hay rincón en el mundo que haya quedado libre de la estupidez humana. Es algo consustancial a nosotros. Pero al menos, nos queda el consuelo de que otros hombres construyeron estos templos con mejores intenciones.
Un jubilado, y que lo digas, coincido plenamente contigo. Lo malo es que el futuro inmediato no es nada halagüeño.
Una mirada, una historia de la humanidad reflejada en los avatares de la propia piedra. El devenir de Camboya, como el de cualquier rincón del mundo, está lleno de hitos de todos los colores.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.