Nos despertamos llenos de ilusión, sabiendo que esa mañana dispondríamos de buenas oportunidades para ver nuestros primeros koalas salvajes. Pero antes nos desviamos para ver, aunque fuera de lejos, la cascada Carisbrook. Es complicado acercarse más, pero hay un mirador ascendiendo por un sendero, a escasos metros del aparcamiento que hay junto a la Great Ocean Road.
La reserva costera de Kennet River es famosa no solo por sus koalas residentes, sino también por los papagayos australianos (Alisterus scapularis) y sus cotorras. No hace falta buscarlos, son ellos los que te encuentran a ti porque están acostumbrados a los humanos.
Una tienda cercana vende semillas con los que alimentarlos, una práctica que desapruebo por completo, y que no pillará por sorpresa a los que me conocéis. Como la gente no piensa, como la gente es egoísta, lo diré una vez más sin que sea la última: alimentar a los animales salvajes está mal. Les hace dependientes de los humanos, les inhabilita para llevar una vida normal y ayuda a que se extingan. Los animales no necesitan de nuestra falsa e interesada ayuda. Les basta con que les dejemos vivir en paz en su ecosistema.
Allí, en la entrada misma del aparcamiento, en un árbol de ramas no muy altas, se concentraban unos cuantos de ellos. Con sus colores llamativos, con sus gritos y saltos se posaban sobre uno sin ningún miedo. Lo siento chicos, Tawaki no os va a dar nada.
Caminábamos por un camping atestado de caravanas y tiendas de campaña en busca de los koalas hasta dar con el primero de ellos. Estaba tan cerca que de haber extendido la mano habría podido tocarlo, cosa que por supuesto no hice.
Me contenté, pues, con fotografiarlo a placer mientras el bicho ascendía por el tronco. Los koalas duermen muchas horas al día, así que verlos en movimiento es cuestión de suerte.
Poco después fuimos viendo más ejemplares. A base de paciencia, porque no siempre es fácil distinguirlos, los fuimos fotografiando mientras descansaban en las ramas de los árboles.
Ya de camino al coche dimos preferencia de paso a esta familia que, sin duda, se dirigía al agua sin prestarnos atención.
Esta reserva permite a los turistas observar a los animales muy de cerca, pero requiere que seamos cuidadosos y responsables. Hay quejas de la población local sobre el comportamiento de algunos visitantes, algo que, mucho me temo, irán en aumento, porque está claro que el respeto se valora cada vez menos.