Alejada de todos los
circuitos turísticos, al menos en 2011, muy pocos occidentales se desvían para
visitar Bundi, una población pequeña para los estándares de la India (100.000
habitantes) que se encuentra al sureste de Rajastán.
Las fachadas son
interesantes; muchas están pintadas de azul, otras tienen dibujos geométricos o
de animales. Hay infinidad de alojamientos baratos, aunque nosotros nos
quedamos en un buen hotel, que ya no tenemos edad para renunciar a las
comodidades.
Nunca faltan niños que te piden una foto por el simple
placer de verse luego retratados.
La gente hace su vida,
aparentemente muy tranquila, ajenos a los turistas.
Y uno encuentra las
cosas más peregrinas por las calles, algo muy normal en este país.
En los soportales hay
pequeños restaurantes o puestos de comida que no nos atrevemos a probar.
Preferimos evitar riesgos y fijarnos en la arquitectura, porque nuestros
estómagos no están acostumbrados y no queremos enfermar.
Conseguimos un tuk-tuk
y le pedimos que nos lleve a ver unos cenotafios que hay en las afueras del
pueblo. No habla inglés y no parece que sea capaz de leer un mapa, así que nos
lleva a una casa cercana donde nos encasquetan un niño de unos diez años que sí
habla inglés. Ya tenemos intérprete para toda la tarde.
El monumento no es
nada del otro mundo, pero nos alegramos de ver algo diferente a lo que tenemos
en Europa. A la mañana siguiente tenemos al chófer en la puerta del hotel a
pesar de que es su día libre. Quizás se aburra sin nosotros, o puede que le
haya incentivado la propina que le voy dando cada pocos días. Es una suerte,
porque tenemos que subir a lo alto de un risco para ver el fuerte.
Pero esa es otra
historia, que os conté hace tiempo en esta
entrada. Hoy nos quedamos con los numerosos
pozos de agua que hay repartidos por la ciudad. Se llaman baoris, están muy
decorados y al agua se accede bajando por unas gradas. Hay casi una cincuentena
de ellos, aunque muchos no están bien conservados y por lo que leo en Internet
se han convertido en vertederos. Los que vimos nosotros estaban, en cambio,
bastante limpios, pero ha pasado mucho tiempo, eso es verdad.
Esta ciudad no destaca por nada en especial, pero le
sobra autenticidad, y uno tiene la sensación de estar en la India de verdad, no
en un decorado de Bollywood. Hay monumentos interesantes, no os llevéis la
impresión de que no es así, y es el lugar perfecto para retomar fuerzas y
seguir con un itinerario que siempre es exigente con el turista.