lunes, 19 de agosto de 2024

Périgueux – Château des Milandes

Han pasado muchos años desde que en 2008 fuésemos al Périgord, en la zona central de Francia. La mayoría de los recuerdos, especialmente los ligados a las magníficas cuevas, perviven, pero pueblos y castillos andan mezclados, porque, contra mi costumbre, no escribí un diario de ese viaje.





A este château llegamos por casualidad, sin saber nada de su famosa propietaria, Joséphine Baker. Nada más entrar, comencé a sacar fotos hasta que vi un cartel que las prohibía. Por eso solo os traigo imágenes del exterior.




El palacio fue construido en 1489 y estuvo habitado durante todo el siglo XVI, pero la conversión de la familia Caumont al culto protestante interrumpió la serenidad de la "Bella Durmiente".





Un hombre fue particularmente importante en la vida de este Château des Milandes: Charles Auguste Claverie Se trataba de un industrial francés vinculado a Sarladais, que compró la casa en 1900. Convirtió la casa, entonces abandonada, en un verdadero castillo gracias a las titánicas obras emprendidas entre 1900 y 1914. Con la ayuda del arquitecto Henri Laffillée, Charles Claverie restauró el castillo y edificó un ala completa al este a la que añadió una torre sobre las ruinas de una antigua fortaleza de vigilancia. Se hicieron nuevas viviendas y balcones románticos.





El castillo tiene una increíble colección de esculturas, incluyendo gárgolas y quimeras. La finura de su ejecución es digna de los más grandes escultores. Todas las ventanas han sido restauradas e incluyen vidrieras, algunas de las cuales datan del siglo XVII.






Fue en 1908 cuando Jules Vacherot, arquitecto paisajista de la ciudad de París, creó un jardín en la prolongación del castillo; un jardín llamado "a la francesa" rodeado de un parque de estilo inglés.





Joséphine Baker, que merece una entrada aparte, nació en San Luis, Misuri, en 1906, y falleció en París en 1975. Fue cantante, bailarina y actriz, pero también espía e incansable luchadora por los derechos civiles. Su vida fue de película; a los quince años ya iba por su segundo marido, pero se casaría tres veces más. En la segunda mitad de los años 1920 y durante los años 1930 fue además una destacada modelo fotográfica. Mujer inteligente, Baker fue capaz de utilizar su imagen y manipularla a su antojo, dando forma a su propio público y definiendo su futuro a su manera. Enamoró a Le Corbusier y George Simenon, pero también a Colette y Frida Kahlo. Wikipedia le dedica un extenso artículo para quien desee profundizar más.





Joe Bouillon, con quien se casó en 1947, compró la finca “Milandes” en Dordoña, y Josephine da la bienvenida allí a los doce niños de diferentes lugares de procedencia que había adoptado, a quienes llamaba “La tribu del arcoíris”. Pero su generosidad desmedida terminó llevándola a la bancarrota y agobiada por las deudas se vio obligada a vender el palacio en 1968 por una décima parte de su valor. Brigitte Bardot le envió un cheque y Grace Kelly, ya princesa de Mónaco, también la ayudó, pero no fue suficiente.



El 30 de noviembre de 2021, la República Francesa por fin reconoce su trabajo en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial y su contribución a favor de los derechos y libertades civiles, por lo que ingresa a Joséphine Baker en el Panteón de París junto a grandes figuras de la historia de Francia. De esta forma se convierte en la primera mujer afrodescendiente en entrar en el Panteón de París.




Es una lástima que no dejaran hacer fotos en el interior, porque hasta donde recuerdo, tampoco había un libro que pudiera comprar.

sábado, 3 de agosto de 2024

Vietnam XVI – Excursión por un río en Sapa

En general, tuvimos suerte con nuestros guías en Vietnam, un país al que por lo visto, el turismo masivo está cambiando la cara, para bien y para mal.




Nosotros conseguimos viajar a nuestra manera la mayor parte del tiempo, con calma, visitando zonas menos masificadas como este río que os traigo hoy. No apunté el nombre, y por mucho que lo he buscado en Google Maps, solo sé que se encuentra relativamente cerca de Sapa.






Fue una propuesta de nuestro guía que no estaba en el programa; una forma de sacarse un dinero extra mientras que nosotros llenábamos unas horas que de otro modo se habrían perdido. Es una forma de ayudar a los locales al tiempo que se conocen lugares poco o nada frecuentados por el turismo habitual.






Sapa es una ciudad de la provincia Lào Cai, en el noroeste del país. Es una zona tranquila en la que habitan numerosas etnias locales, como los Hmong, los Dao iày, Xa Pho y Tay, que atrae infinidad de senderistas en busca de montañas, valles y terrazas con plantaciones de arroz.




Como estábamos en plena temporada seca, éstas no lucían de la forma habitual, y los amarillos predominaban sobre los verdes. De todas formas, la altitud hace que las temperaturas sean suaves, y por temporada seca se entiende que solo llueve la mitad de los días…




Así pues, los ríos conocen aquí dos estaciones. En noviembre el agua discurre con calma y te permite disfrutar de un paseo relajado, conociendo aldeas prácticamente inaccesibles por tierra.






El paisaje en ambas orillas es parecido y se mantiene virgen. La sensación es que aquí el tiempo transcurre mucho más despacio, sin grandes ajetreos.






Curiosamente, desde un punto de vista puramente económico, la pesca aporta muy poco. Es la agricultura, junto con la silvicultura, la que representa cuatro quintas partes de la vida local.