Nos desplazamos como turistas para ver lugares nuevos que nos han llamado la atención en una revista, en un documental, o más recientemente, en un blog. Nos puede el ansia por llenar unas horas pagadas a precio de oro y anhelamos vivir experiencias, esa chorrada que denomina ahora al pasarlo bien de siempre.
Sin renegar completamente de lo anterior, que es para lo que al final contratamos un viaje y nos desplazamos lejos de casa, valoro especialmente esos momentos de tranquilidad en los que me siento viajero, casi uno más de esa comunidad que me acoge.
En Sudáfrica, en 2017, había dedicado el día anterior a ver tiburones blancos (ya os lo he contado), así que ese día invernal de agosto tocaba algo más tranquilo. Después de almorzar vino Jo, mi experimentada guía, a recogerme, y dedicamos la tarde a buscar ballenas.
Es temporada baja, hay pocos barcos que zarpen para avistar cetáceos y las calles y urbanizaciones, con sus casas de veraneo, están desiertas. Circulamos despacio, recorriendo la costa en un sentido y otro, charlando de cosas tan importantes como la vida misma.
Llegamos al faro y damos la vuelta. Lo mismo hago fotos desde el interior del vehículo que nos detenemos para disfrutar de una costa agreste como corresponde a uno de tantos fines del mundo como hay por ahí. Al sur solo hay agua hasta llegar a la Antártida.
Son momentos que disfruto con pasión y que me dan la misma tranquilidad con la que escribo esta entrada mientras busco en Internet el nombre de las aves que vimos. Un ostrero negro (Haematopus ater), un grupo de ibis sagrados (Threskiornis aethiopicus) y los más conocidos gansos egipcios (Alopochen aegyptiaca), vistos en lugares tan dispares como Londres, Kenia y, ahora, Sudáfrica.
Eso sí, entre unas cosas y otras, las ballenas, tan comunes en esta época, nos han dado esquinazo.
¿Esas aves dejan acercarse? ¿O usas teleobjetivo? Porque no deben estar muy acostumbradas a la compañía del hombre en esos parajes.
ResponderEliminarPues sí, has sabido transmitir la sensación de paz y tranquilidad que te embargó en el viaje y luego a la hora de preparar la entrada.
ResponderEliminarTus fotos transmiten tranquilidad, y tus palabras también.
En los viajes a veces cambian los planes de un día concreto, y es fabuloso poder disfrutar también de las alternativas, de la vida misma, de lugar, del aquí y ahora (en este caso, del allí y entonces).
Gracias.
Nossa amei esse lugar deve se ouvir só o barulho do
ResponderEliminarvento.
Bom finalzinho de mês;
Abraços.
Senior Citizen, eran bastante tímidas y no te podías acercar demasiado, así que las he sacado con teleobjetivo, y muchas están además recortadas. Aquí la presión humana es escasa, y los animales no están acostumbrados a nuestra presencia.
ResponderEliminarContadora de Libros, Jo es una persona muy especial, toda una institución y un ser muy cercano y humano. Compartimos apenas unos días y parecía que nos conociéramos de toda la vida. Aquel paseo en busca de ballenas fue una bonita experiencia que recuerdo con nostalgia. Porque viajar es a veces esto, encontrarte como en casa por mucho que estés a miles de kilómetros.
A Casa Madeira, y bien que se escuchaba, porque aquí sopla con fuerza. Es uno de los michos finales del mundo que conozco, y cada uno tiene su encanto.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.
Las ballenas no te dieron esquinazo Tawaki, solo te dan a entender que tienes que volver de nuevo para verlas a ellas en exclusiva. Muy buen reportaje. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, los gansos del Nilo también los puedes ver a orillas del río Ebro a su paso por Zaragoza. Son muy llamativos.
ResponderEliminarNo tenías que ir tan lejos jaja...
Saludos.
Vaya colección de fotos sugerentes que muestran un paisaje que, de no saber que se halla en África, podría pensarse que es europeo, con esa suavidad tan deliciosa y casi familiar. Tienes que poseer una colección de fotografías apabullante de tantos lugares como nos vas presentando.
ResponderEliminarConchi, de hecho volví otro día y vimos unas cuantas. Todo es cuestión de persistencia.
ResponderEliminarJavier G., a Zaragoza quiero ir, pero a ver el acuario. Si encima hay gansos, mejor que mejor. ;)
Una mirada, me gusta hacer fotos, es casi un TOC, y disfruto mucho al compartirlas, porque habitamos un mundo fascinante. Sí, imagino que esta esquina de África difiere mucho de la imagen que tenemos del continente, lo que le da más valor.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.
Me encanta esta entrada. Esde esas gusta deleitarse viendo las imágenes. No vistes ballenas pero sí otras avas que no esperabas. Cuídate.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues cuando puedas tendrás que venir al Sur para ver las ballenas y sus ballenatos, pues vienen aquí a enseñarles las técnicas de inmersión. Hermosos paisajes y de vez en cuando es bueno charlar sobre "cosas de la vida". Abrazo. Hermosas fotos.
ResponderEliminarLaura, así es la naturaleza, a veces no te da lo que buscas, pero siempre te muestra algo interesante. Fue una excursión estupenda.
ResponderEliminarRosa María, ganas no me faltan, no te creas, pero ahora no es el momento. Ya conoces mi amor por Argentina a través de Ruta 40. Charlar mientras se buscan ballenas es una de esas cosas buenas que nos hacen felices.
Muchas gracias a las dos por vuestros comentarios.
·.
ResponderEliminarEres un viajero infatigable, envidiable, lo que nos permites disfrutar de tus buenas fotografías y relatos. Me encantan las de los faros.
Un abrazo Javier
.·
LaMiradaAusente · & · CristalRasgado
Alfonso, viajar es mi mayor vicio, y lo haría más a menudo si dispusiera de más tiempo, porque es algo que me encanta. Especialmente en momentos como los de esta entrad, en los que parece que no estás haciendo nada especial y resulta que lo disfrutas el doble. Aún recuerdo un viaje por Galicia en el que machaqué mis amigos con mi empeño de ver todos los faros, uno tras otro. Un abrazo.
ResponderEliminar