Eslovenia tan solo tiene 42 kilómetros de costa, pero ello no es óbice para que encontremos lugares pintorescos e interesantes como esta pequeña localidad llamada Piran, que cuenta con menos de 4.000 habitantes.
Ya era importante en la Edad Media gracias a las salinas, y todavía hoy produce una flor de sal excelente, siguiendo un proceso tradicional de recogida a mano con 700 años de historia.
El monasterio minorita de San Francisco fue fundado probablemente con anterioridad a 1301, que es cuando se comienza a construir la iglesia actual. La acústica del claustro es excepcional, por lo que es un sitio muy popular para los eventos musicales. En el interior hay una pinacoteca con artistas venecianos y una colección de libros de música.
Uno de los edificios más famosos de la plaza Tartinijev es la impresionante Casa Veneciana, ejemplo de arquitectura gótica. Destaca el balcón en la esquina, así como los ricos ornamentos en piedra de la fachada. El nombre de la plaza hace alusión a Giuseppe Tartini, hijo predilecto de la ciudad, compositor y violinista al que dedican una estatua frente a la que fuera su casa natal.
Enclavada en el mar Adriático, en una península del mismo nombre, la antigua ciudad portuaria está protegida por una muralla medieval y un castillo; todo el conjunto está declarado como monumento cultural histórico.
Las calles son muy estrechas, con las casas prácticamente pegadas, y suben hasta la colina de la iglesia partiendo de la plaza principal. Están envueltas en un aire romántico y mediterráneo, con abundante influencia veneciana. No en vano, formó parte de la república entre 1283 y 1797.
El nombre de la localidad deriva, no obstante, del griego y hace referencia a las hogueras del antiguo faro. Por aquí ha pasado todo el mundo: romanos, francos, venecianos, austriacos e italianos, pero al terminar la Segunda Guerra Mundial, el territorio fue asignado a Yugoslavia.
La catedral de San Jorge, del siglo XVII y de estilo barroco, domina la ciudad desde lo alto, con un campanario construido en 1609.
Da gusto pasear por las callejuelas, descubrir los rincones y sentarse en la plaza principal. La ciudad está cerrada al tráfico, por lo que hay que aparcar el coche antes de acceder a ella.
Yo estuve en el 2009, cuando Eslovenia recibía muchos menos turistas, pero por lo que veo, la oferta de actividades, alojamientos y restaurantes, ha aumentado de forma exponencial. No me extraña, porque el país más verde de Europa es precioso y abunda en lugares interesantes.