miércoles, 18 de junio de 2025

Chile XXIV – Puerto Natales

Ya sabéis que me encantan los mapas, y, aunque no sirva para nada, a veces me da por mirar cuán lejos he ido en cada uno de los cuatro puntos cardinales principales, tomando como referencia España. De esta forma, lo más al sur que había llegado antes de viajar a Chile era un punto indeterminado de la Ruta 40 entre El Calafate y un lugar con el bonito nombre de Esperanza. El ripio sobre el que conducía estaba húmedo por la lluvia, y el sol se acercaba al ocaso con la misma velocidad que bajaba el indicador de gasolina. Decidí, pues, dar la vuelta.





Este ¨récord¨ fue batido en noviembre de 2013 cuando llegamos a Punta Arenas, ciudad en la que apenas pasamos unos minutos mientras esperábamos un autobús más moderno que el de la foto que nos llevara a Puerto Natales, atravesando páramos aparentemente desiertos.









El paisaje, desolado; las ciudades, como queriendo minimizar su exposición al viento; todo parece indicar que estamos en una de las esquinas del mundo. Puerto Natales está situada en el extremo austral chileno, en la región de Magallanes y de la Antártica Chilena a unos 350 km al norte de Punta Arenas.






Está considerada como la puerta de entrada al magnífico Parque Nacional Torres del Paine, pero nuestra intención era otra. Por supuesto que iríamos al parque, pero antes nos embarcaríamos en un crucero por el Campo de Hielo Sur, una inmensa extensión de hielos continentales sobre la que ya he hecho varias entradas.






Así pues, solo estuvimos una tarde en Puerto Natales, un lugar expuesto a los vientos huracanados como he visto pocos y en el que todas las calles terminan llevando al mar.






Las aguas del Canal Señoret estaban agitadas y el aire no podía ser más puro. Los edificios son de escasa altura, las calles están trazadas con escuadra y cartabón y las fachadas ponen un toque de color. Ahora es verano, pero el invierno tiene que ser aquí bastante duro. No me extraña que decoren buzones y jardines.






Dimos un paseo muy agradable y antes de cenar probamos algunas cervezas locales. Aunque hace un siglo el principal motor económico era la ganadería, la actividad principal ha sido siempre la pesca, ya que la temperatura del agua favorece que los mariscos sean estupendos.







En la actualidad, naturaleza y aventura atraen a infinidad de turistas más intrépidos que nosotros. Nos faltó visitar la cueva del Milodón, un enorme perezoso de más de tres metros, ya extinto, pero como os digo, teníamos que embarcarnos.




Otro día os hablo del barco y de lo bien que lo pasamos.

martes, 3 de junio de 2025

Sudáfrica VII – Klipgat Cave

Fui al extremo sur de Sudáfrica buscando tiburones blancos, pero encontré mucho más. Era invierno, temporada baja para unas localidades bañadas por un mar más frío de lo habitual, y además me quedé una semana en un hotel espléndido donde los turistas pasan una o dos noches como mucho.






Ello me permitió conocer a un par de personas de esas con las que conectas enseguida: una congoleña de orígenes belgas que se conocía buena parte de África, y una guía excepcional que me acompañó casi todos los días y de la que guardo muy buen recuerdo a pesar del tiempo transcurrido. No en vano, fueron muchas las horas compartidas en busca de ballenas y flores.

Lejos de limitarse a mostrar el paisaje, su conversación era rica en matices que solo la tranquilidad te permite apreciar. Estaba jubilada, pero seguía acompañando a los turistas porque amaba su trabajo.







Tiburones no había, pues unas orcas habían hecho acto de presencia, espantando a los escualos. Los vería en otro sitio, a varias horas de aquí. Pero ello no me impidió disfrutar de la flora de Grootbos, avistar ballenas desde la costa o visitar una cueva como ésta, a orillas del mar. Se trata de Klipgat Cave.






Se encuentra cerca de la localidad de De Kelders, y accedemos a ella por la Walker Bay Natural Reserve. De Kelders es un nombre de origen holandés que deriva de las numerosas cavernas que se forman en la porosa piedra caliza de la región. Se formaron hace millones de años, causadas por la erosión de los acuíferos submarinos. Con el tiempo, se fueron abriendo como consecuencia del aumento del nivel del mar. Klipgat significa agujero de piedra.






La cueva fue ocupada por seres humanos en la Edad de Piedra, hace entre unos 80 y 50.000 años, de forma que los arqueólogos han recuperado restos de los primeros Homo Sapiens.






Tres factores hicieron que la cueva de Klipgat fuera ideal para la habitación humana primitiva: el abundante refugio que proporcionaba, la presencia de un manantial de agua dulce y la proximidad de una fuente constante de alimento en el océano. Este era el paraíso de los cazadores-recolectores. Fuente.





Huesos de animales, así como restos de cerámica recuperados en las excavaciones de 1969 atestiguan que también estuvo ocupada hace 2.000 años, concretamente por bosquimanos khoikhoi, una división histórica del grupo étnico khoisan. El pueblo Khoikhoi de la zona, más conocido como el pueblo Quena, prosperó hasta el siglo XVIII, cuando llegaron los primeros colonos blancos. Alrededor de 1713, una devastadora epidemia de viruela casi aniquiló a toda la población local. La expansión colonial y la confiscación de tierras erosionaron aún más su estructura social y su forma de vida tradicional.





Nuestra historia nunca es sencilla, y a mí me gusta sumergirme en ella al tiempo que disfruto de los paisajes.







Es un sitio al que estoy desando volver, pero sospecho que sin Jo no será lo mismo.

martes, 20 de mayo de 2025

India XXIX – Fatehpur Sikri II

Hace unos días, os había dejado con la arquitectura de esta ciudad, de modo que hoy nos centramos en la tumba de Salim Chishi, que es la que atrae a las multitudes. Si en las otras fotos apenas había gente, era porque todos estaban aquí.






La tumba está revestida de mármol blanco y es de una sola planta, construida alrededor de una cámara cuadrada central en la que se encuentra el santo sufí (1478-1572).






Está rodeada por un pasadizo cuyas paredes de piedra están perforadas, formando diseños geométricos, y en ellos se agolpan peregrinos y demás visitantes en lo que considero una trampa para turistas de primer orden. Siendo tan importante para la cultura local, es un lugar que conviene ver, pero no me encontré tan cómodo como en otros lugares de la India.









Se supone que la grandeza de estos edificios, con su recargada decoración, deberían trasladarnos a la era mogol, con sus tapices de oro, sus cortinas y ricas alfombras, pero había tanta gente que en lugar de disfrutarlo me causó rechazo.






Los peregrinos van a lo suyo, a rendir homenaje al santo sin prestar atención al turista, pero te sientes inmerso en un río de gente que te lleva sin remedio, sin entender del todo lo que pasa.






Fue la falta de agua la que motivó el abandono de la ciudad al tiempo que la corte se trasladaba a Lahore, pero en la actualidad es una localidad de apenas 30.000 habitantes que en cambio recibe masas de gente.








Se recomienda visitar el lugar con calma, preferiblemente al amanecer o al ocaso, cuando la luz del sol incide en las piedras y es más bonita, pero para nosotros fue una parada un tanto apresurada en la mitad del día, durante nuestro camino a Agra.