miércoles, 22 de febrero de 2023

Islandia X - Thingvellir

Nuestro primer día en Islandia amaneció con sol y nubes, lo que teniendo en cuenta cómo llovía al aterrizar el día anterior, fue una gran suerte. Alquilamos el coche, pasamos por un supermercado y pusimos rumbo a Thingvellir, primera parada de lo que sería una jornada cargada de actividades.



El paisaje en Islandia es muy diferente al que podemos encontrar en la Europa continental y ya de camino nos deteníamos para admirar la inmensa extensión de lava, salpicada por pequeños lagos e interrumpida tan solo por algunos cursos de agua.




El Parque Nacional de Thingvellir, creado en 1928, se encuentra a unos 45 km de la capital, dentro de una ruta turística conocida como el Círculo Dorado que atrae a cantidad de viajeros.





Aquí mismo, bajo nuestros pies, se encuentra la gran falla que año a año, separa las placas tectónicas europea y norteamericana, rompiendo la isla en dos, modificando el paisaje con un ritmo lento pero constante. Impresiona caminar entre esas paredes que en algunos lugares se elevan más de treinta metros, sabiendo que algún día, todavía lejano, el mar lo invadirá todo formando un estrecho.






La dorsal atlántica se hace visible y nos muestra todo su poder. Me habría gustado sumergirme y tocar un continente con cada mano, como he visto en algunos documentales, pero, por desgracia, no teníamos las tres o cuatro horas libres que se requieren. Una vez más, la falta de tiempo me obliga a sacrificar / posponer mis sueños.





Unas pasarelas de madera nos ayudan a salvar los cursos de agua para alcanzar los edificios históricos que hay al otro lado. No en vano, nos encontramos en uno de los lugares más importantes en la historia de Islandia. De hecho, Thingvellir significa explanada de la asamblea, pues aquí se reunía el parlamento, fundado en 930.








La independencia de Islandia fue proclamada en este lugar el 17 de junio de 1944 y el parque aloja asimismo la residencia de verano del Primer Ministro de Islandia. (Wikipedia)









La verdad es que llegar hasta aquí para tener que recorrerlo todo en apenas unas horas es un pecado, y de los gordos. Regresamos al coche y condujimos los escasos kilómetros que nos separan de otro lugar interesante, la cascada de Öxarárfoss.


Comparado con otros, el río que la alimenta no es muy grande, pero el lugar es bonito (lo sería aún más si no hubiese tanta gente) y bien merece una visita. Las aguas bajan prestas hasta alcanzar el lago de Thingvallavatn, que con sus 83 km2 es el más grande del país.




Como digo, la aventura solo estaba comenzando.

domingo, 5 de febrero de 2023

California XXI - Sequoia NP II - Osos en Crescent Meadows

Todavía recuerdo la primera vez que vi un oso en su hábitat natural, fue en Canadá, en junio de 2001. Conducía entonces junto a un amigo por el Parque Nacional Wells Grey cuando una osa con un par de crías cruzó delante nuestra y se detuvo a comer en un arcén inexistente.



En otro mes de junio, pero de 2015, y en Estados Unidos, veríamos varios osos de una tacada, en un paseo espectacular que celebramos como todo un acontecimiento. Estamos en el Parque Nacional Sequoia, en la zona conocida como Crescent Meadows, un lugar maravilloso en el que además de disfrutar de árboles inmensos, tuvimos ocasión de ver varios plantígrados. Ved esta foto, en la que nuestro automóvil atraviesa una sequoia caída.






Las rutas y senderos que cruzan esta parte del parque son incontables. Nosotros hicimos algunas de las más fáciles, no solo por nuestra forma física, sino porque llegamos ya atardecido y andábamos, como de costumbre, faltos de tiempo.




A pesar de su color marrón, se trata de osos negros (Ursus americanus), los más comunes en Norteamérica. Son más pequeños que sus primos, el oso pardo y el polar, aunque los machos, algo mayores que las hembras, pueden llegar a casi tres metros de envergadura y unos 280 kilos de peso.



Los primeros que vimos estaban cerca del camino, ocupados en buscar alimento, y eran ejemplares jóvenes y pequeños. Comen un poco de todo, desde insectos a otros animales, vivos o muertos, pasando por hierba, frutas y bayas.




Seguimos avanzando y encontramos otro más grande que examinaba el tronco de un árbol caído. Estaba tan cerca que decidió caminar por nuestro sendero, justo delante de nosotros. Le seguimos a una distancia prudencial (las fotos están tomadas con teleobjetivo) para no molestarlo, pero también por precaución. Ahí donde los veis, tan fuertes y pesados, pueden alcanzar los 40 km/h, una velocidad mucho más elevada que la nuestra.






En estos espacios naturales, mantener una actitud responsable es esencial. Por desgracia, todos los años hay que sacrificar bastantes animales por culpa de aquellos visitantes que no siguen las normas. Los osos descubren comida de los turistas por el olor y si ésta no ha sido puesta a buen recaudo, terminan por perder el miedo a los humanos, convirtiéndose en una potencial amenaza. De ahí que tengan que matarlos.



El sol se acercaba con rapidez al horizonte y llegó el momento de dar media vuelta y desandar el camino hasta el aparcamiento, no sin detenernos antes junto a otro ejemplar aún más grande que mordisqueaba otro tronco completamente ajeno a nuestra presencia.





Se trata de una especie protegida, cuyo número se estima entre el medio millón y los tres cuartos de millón de ejemplares. Cazado durante mucho tiempo por su piel, se enfrenta hoy a una reducción constante de su hábitat, presionado por los asentamientos humanos.




El artículo de Wikipedia, me ha parecido muy instructivo.